GULLIVER EN “ROBOTRISTÁN”
Al cabo del tiempo, inicié un viaje en barco para conocer otras nuevas islas. Porque me preguntaba “¿cuántas islas habrá en el mundo?”. Suponía
que habría un montón de ellas que aún me quedaban por descubrir. Visité
muchas, pero la que más me gustó fue una que estaba debajo del mar, aunque no se trataba de la Atlántida. Era ¡aún mejor!
Aunque primero os voy a contar, cómo llegué a esa isla:
Un día, estaba en medio del Pacífico y apareció una extraña fuerza que
empujó la barca hacia abajo y a su vez, también se hundió mi barco.
Cuando me desperté me encontré en una ciudad. En ella, había un montón de rascacielos. De repente, un robot de 3 metros de altura, dirigido por un niño que tenía dentro, me cogió y me levantó del suelo.
El pequeño me contó que en su ciudad cada uno controlaba un robot.
Sólo se podía salir de un robot cuando uno se iba a la cama o a dormir.
Y no sólo me contó eso, me dijo que no todos los robots eran así de altos.
Lo eran los de los niños, en cambio, los de los mayores eran de 6 metros
y los de los bebés medían 1,5 m.
Pero lo que me alucinó de verdad eran los robots que jugaban al baloncesto. ¡Medían unos 10 metros de altura!
Yo sólo me quedé un mes en esa ciudad, porque luego partí hacia una nueva isla.
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