EL Bosque de las Letras
Cuando entré en el Bosque de las Letras, no podía creer lo que estaba viendo, había una gran jungla muy tenebrosa, vivían unas sanguinarias plantas carnívoras que si te acercabas mucho a ellas te pegaban unos mordiscos que te dejaban sin pierna, allí, en ese lugar tan lejano, los árboles tenían muchas arañas en sus ramas y hablaban con una voz muy grave, y eso sí, en ese lejano lugar estaban plantadas mogollones de horripilantes ortigas con sus pinchos, de un color muy llamativo que al mirarlas me dañaban los ojos. Costaba mucho andar por allí y al final de la jungla se veía una luz brillante muy pequeña. Yo pensaba que me iba a morir antes de salir de la jungla, iba pasando con mucho cuidado para que las plantas carnívoras no me tocasen ni un pelo, claro estaba que me encontraba sola e insignificante en comparación del lugar, sudando como un pollo, no podía casi ni moverme del cansancio que tenía encima, ¡pero seguí! Seguí hasta no poder más, ya estando cerca de la salida, noté una piedra en la punta del pie y tropecé bruscamente cayendo sobre las ortigas. Sangrando por todo el cuerpo, ya sí que no podía andar más; faltaban pocos metros para salir, pero con todas mis fuerzas me levanté y seguí andando como pude. Cuando salí de la jungla, de repente, se curaron todas mis heridas como por arte de magia y al alzar la mirada pude observar cómo un portal se abría delante de mí y me absorbió, sentí cómo estaba llegando a la sala, y aparecí en la biblioteca de nuevo, salí corriendo del susto, y jamás volví a entrar allí.
Alba. ¡Muy bien!.
!! Qué bien te ha quedado Alba!!
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