Durante el reinado de Felipe IV la escuela española afirmó las cualidades de su estilo y definió su personalidad, gracias fundamentalmente a los grandes maestros del siglo: Velázquez, Ribera, Zurbarán y Murillo.
Los cuatro dominaron la producción pictórica de la época, eclipsando a sus contemporáneos, a los que convirtieron en deudores de sus respectivos estilos.
La principal aportación de Zurbarán a la pintura española del Barroco será el reflejo de la vida, las creencias y las aspiraciones de los ambientes monásticos, para los que el pintor realizó prácticamente toda su obra. Su estilo se mantuvo prácticamente invariable, desarrollando el naturalismo tenebrista para crear escenas cargadas de verosimilitud, en la que los santos se presentan ante el espectador de la manera más realista.
Por esta razón Zurbarán es el pintor de los hábitos.
Esta inmovilidad fue durante varias décadas el secreto de su éxito, pero terminó por condenar su carrera artística ya que el cambio de gustos en la mitad del siglo XVII y el triunfo de la pintura de Murillo harán fracasar su próspero taller.
Nació en Badajoz aunque trabajo básicamente en Sevilla. Pintor muy afamado en su momento. Sus mejores clientes fueron los conventos Sevillanos y extremeños.
Es el pintor menos europeo de los barrocos españoles, solo reconoció el arte europea a través de estampas y grabados, pero también a través de las colecciones reales.
Temas: religiosos, concretamente monacales. Se le conocía como el pintor de los frailes.−
Los aspectos que mas trabajo son: cisiones, escenas bíblicas, además cultivo otros géneros: bodegones, retratos, mitología...
Su estilo es sencillo, rechaza las composiciones complicadas, lo teatral y grandilocuente.
Zurbaran es uno de los mejores representantes del tenebrismo español, técnica en la que se mantendrá toda su vida, aunque nunca llego a los extremos de Ribera, prefiere utilizar luces mas claras.
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